Mientras que en una transliteración se acepta el principio de equivalencias puramente convencionales, en la conversión popular tenemos que establecer por fuerza correspondencias de sonidos distintos, lo que siempre tiene un elevado grado de subjetividad; por ejemplo, la j inglesa, ¿se parece más a nuestra y o a nuestra ch?; la v, ¿se parece más a nuestra v (es decir, nuestra b) o a nuestra f? Por ello, y porque la pronunciación en las lenguas original y de destino puede variar de un sitio a otro e incluso de un hablante a otro, las conversiones populares son sólo orientativas.
Con todo, algunos idiomas han extendido su sistema ortográfico para poder representar sonidosde otras lenguas. En particular, tenemos:
En español sólo se ha introducido sh para representar la sh inglesa, a pesar de que ese grupo ya representa el sonido s (como en deshacer). Además, es evidente que esta introducción se debe a la influencia del inglés por la fuerza de los hechos y no a una extensión integrada en un sistema coherente. En ocasiones también se usan ? y ?, pero, por desgracia, hay mucha resistencia a extender el sistema de forma parecida a como hacen otras lenguas (no sólo las mencionadas: incluso otras tan dispares como el hebreo o el tibetano tienen extensiones ortográficas).
Además, en las conversiones españolas se encuentran las siguientes reinterpretaciones de las letras:
El resultado es que a menudo las conversiones populares no se pueden considerar ni transcripciones ni transliteraciones (de ahí que se hable de conversión), sino una mezcla de ambas con otros factores externos, sin que haya un límite fijo ni un criterio
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