La nueva Ortografía de las Academias de la Lengua, que por primera vez no está preparada únicamente por la RAE (Real Academia Española), se publicó en 17 de diciembre del 2010. Su extensión es considerablemente mayor que la anterior y como novedad en ella se abordan cuestiones relacionadas con los ámbitos técnicos y científicos, así como con la ortotipografía.
En este artículo no se tratarán los aspectos de la Ortografía que más revuelo han causado, como si se debe decir «ye» o «i griega» o si «solo» debe llevar tilde o no. El propósito es, más bien, señalar las discrepancias con las normas internacionales o las prácticas ortotipográficas en la edición de libros científicos.
Es de justicia no solo indicar aquí los posibles errores, sino también los aciertos, que los hay y que de hecho son mayoría. Los avances en lo que toca a los símbolos y la nomenclatura de seres vivos en notable, pero sigue pendiente la nomenclatura química, en la que todavía está con medio siglo de retraso.
Me parece convienente aclarar asimismo que la voluntad de las Academias de adaptarse a las normas internacionales es firme. Por ello hay que destacar que las discrepancias entre la Ortografía y las normas internacionales no obedecen a una voluntad de la Academias de la Lengua de establecer criterios distintos, sino que se debe a problemas en su interpretación o incluso a simples deslices (que todos tenemos, y mi libro no es una excepción). Recuérdese que en este campo las Academias son esencialmente transmisoras, no normalizadoras.
Sobre este último punto, también me parece importante elogiar que a menudo se identifiquen las normas internacionales citadas (por ejemplo, «De acuerdo con la norma ISO 8601…»). Va con algo de retraso, pues se cita la antigua norma ISO 31 en lugar de la nueva ISO 80000 (Sistema Internacional de Magnitudes o ISQ), pero es verdad que esta última es muy reciente.
(El número es la página de la Ortografía.)
169. Considera admisible escribir «disocianato».
Esta propuesta es
completamente errónea y no debe seguirse en ningún caso (de hecho,
tuve que pensar un momento qué palabra podía ser, pues de primeras
pensé en algo que se disociaba o en una sal de un hipotético
«disocianio»). Las normas de nomenclatura química son bastante claras
al establecer que los afijos que componen los nombres no deben
simplificarse, con la excepción de «monóxido»; en la página 170
aparece esta última palabra, junto a «protóxido». Debo añadir que me
resulta algo preocupante que «protóxido» todavía se use, porque
desapareció de la nomenclatura hace muchos años (se usa ocasionalmente
para el gas hilarante, cuyo nombre es actualmente «óxido de
dinitrógeno» u «óxido de nitrógeno(I)»).
Por otra parte, la Ortografía admite la simplificación de grupos vocálicos en palabras compuestas, pero en ámbitos científicos debe descartarse esta posibilidad para evitar riesgos de confusión: la terminología debe tender a la unificación y en ella no tienen cabida variantes ortográficas más que en casos muy excepcionales. Esta norma puede ser un serio obstáculo a la aceptación del español como lengua internacional de cultura y debería matizarla aclarando que no se aplica a la terminología o, mejor, debería desecharla cuando antes. (En contraste, es una buena noticia que el prefijo «sub-» no pierda la «b» en casos como «subbase».)
420. Además de α-amilasa se puede escribir almilasa α y
alfaamilasa.
De nuevo, problemas en la nomenclatura química. Es
probable que la intención real de las Academias sea señalar que los
símbolos pospuestos que funcionan como aposiciones no deben escribirse
con guion, pero el ejemplo no es afortunado, porque el orden en
nomenclatura química está fijado y no puede variarse: debe ser
α-amilasa y no ningún otro.
En cuando a la sustitución de la letra griega por su nombre, debería aclarar que solo debe hacerse cuando es técnicamente imposible respetar la forma correcta. Es decir, es un recurso de emergencia válido, pero inapropiado en contextos científicos (donde siempre deben usarse las herramientas adecuadas, y hoy casi cualquier editor sirve), y en todo caso respetando la puntuación: alfa-amilasa. (Por suerte, no ha llegado tan lejos como para recomendar alfamilasa.)
422. Considera correcto escribir H1N1 con guiones.
Otra vez
problemas con la nomenclatura internacional, esta vez de los
virus. Según la Ortografía, las siglas donde hay grupos de letras y de
números es posible separarlos con guión. Mientras que en casos como
G-20 es una norma razonable, es incorrecto hacer lo mismo, como
sugiere, con H1N1 (un subvirus de la gripe A), pues la forma
normalizada, y por tanto la única correcta, es sin guiones. Tampoco
deberían añadirse guiones a W3C, IPv6 y otros casos similares, como
objetos astronómicos. Por otra parte, no se debe suprimir el guion en
la vitamina B-12, por ejemplo, pues es así (o B12) como debe
escribirse.
428. La barra inversa «se emplea, entre otros usos específicos de los
lenguajes de programación, como separación de elementos jerarquizados
de carpetas y subcarpetas en algunos sistemas operativos».
No solo
está el error de concepto de que las rutas sean parte de un lenguaje
de programación, sino que no parece que tenga mucho sentido citar solo
el separador de los sistemas operativos de Microsoft, sin mencionar el
de los Unix (Linux y MacOS X, entre otros), donde es la barra normal
(que, además, en ocasiones también es válida en los sistemas de
Microsoft).
435. Se explica que el asterisco es habitual en llamadas de nota en
fórmulas, para evitar confusiones.
Es posible que las Academias
piensen que el asterisco es un símbolo ajeno a las fórmulas
matemáticas, pero quienen trabajan, por ejemplo, con números complejos
saben bien que no es así. Cuando una nota se aplica a una fórmula, lo
adecuado es hacer la llamada en el texto que precede (y debería
explicar) la fórmula, y no dentro de la fórmula con un asterisco.
451. Un ejemplo reza: «SUBE EL PRECIO DEL kW».
Ejemplo poco
afortunado por doble motivo: en la forma, los símbolos no deben
reemplazar al nombre en el texto, y el fondo, lo que se cobra es la
energía, normalmente por kilovatio hora (a menos que se refiera a la
potencia instalada, en cuyo caso sí sería correcto).
474. Los nombres seudovernáculos no llevan mayúscula.
Aunque no lo
expresa en estos términos, esto es lo que se establece ahora, por lo
que por fin se elimina la confusión entre estos nombres y los
científicos en obras académicas anteriores. Los ejemplos no son del
todo afortunados, pues dice «orden coleópteros» en lugar de lo
adecuado y tradicional de «orden de los coleópteros»; recordemos que
una vez que se pasa al nombre seudovernáculo (es decir, la
castellanización del nombre científico) no designamos ya al taxón, que
propiamente solo tiene el nombre latino, sino a los individuos del
taxón (o, usado como adjetivo, a lo relacionado con el taxón). No
obstante, es una importante mejora de la que hay que alegrarse.
498. Afirma: «... la expresión estrella polar no es el nombre
propio de ninguna estrella».
Es el turno de la nomenclatura
astronómica. Sí hay una estrella con el nombre propio Polar (en latín
e internacionalmente, Polaris) y es el objeto identificado como α
Ursae Minoris, HD 8890 o HIP 11767. Otra cosa es que, aparte,
«estrella polar» sea un nombre común para la estrella más cercana a
uno de los polos celestes, que hoy en el norte es la estrella Polar,
pero que antes fue (y volverá a ser) Vega, entre otras (la estrella
polar austral es σ Octantis). Dicho de otro modo, la estrella polar no
siempre es la estrella Polar.
De modo parecido, no todo sistema solar es el Sistema Solar, como parece sugerir la Ortografía; este último es un objeto astronómico individual y específico, reconocido como tal por la Unión Astronómica Internacional, y no debe confundirse con el uso genérico de «sistema solar» para el conjunto de un sol cualquiera y sus planetas.
535. Menciona el prefijo «kili-» y la «miliárea».
El prefijo
«kili-» aparece como alternativa de «kilo-» en una unidad
decimonónica llamada «kiliárea», pero este nombre es incorrecto no
solo porque el prefijo se modifica, lo que es contrario a las normas
del SI y del ISQ, sino porque el área ya no es una unidad de
superficie en el SI (solo lo es la hectárea). Así que «miliárea»
también es incorrecto, y aunque antiguamente pudiera tener su uso, hoy
es una unidad sin utilidad porque es 0,1 m2 (como tampoco la tiene
la «kiliárea», que equivale 10 ha). Vale que permanezcan en el
Diccionario (con la aclaración de que son anticuadas), pero no que
aparezcan aquí.
578. Da «m. a.» como abreviatura de «millones de años».
Existiendo
un símbolo internacional con ese significado (Ma), sería mejor
recomendar este último antes que una abreviatura, que además es
excepcional, pues ni «millones» ni «años» tienen abreviaturas
establecidas de uso general, y por si fuera poco es ambigua, pues
podría ser «miles de años», que como símbolo sería ka, kiloaños. En
contextos técnicos, el ISQ es claro: debe usarse el símbolo
internacional cuando existe, como es este caso.
Otra abreviatura mencionada es «r. p. m.», que aparecía incorrectamente escrita en obras académicas anteriores como si fuera un símbolo (rpm). La rectificación es bienvenida, pero debería recordar que se puede optar por el símbolo r/min (recogido en el ISQ).
586. Se aclara que los símbolos no son propiamente abreviaciones,
sino entidades matemáticas o de otros lenguajes formales.
Con esta
puntualización se abre el apartado de símbolos de la Ortografía, cuyo
comienzo es impecable: chapó para la comisión que ha preparado esta
obra. Por desgracia, en el desarrollo de algunas normas hay ciertas
lagunas y observaciones cuando menos dudosas, pero suerte son pocas.
589. Se recomienda usar, en aquellos contextos que lo admitan, el
nombre en plural y no el símbolo de bar, bit, tex, mol… y de otras
unidades cuyo nombre, en singular, coincide con el símbolo.
El
problema aquí es saber a qué se refiere con los «contextos que lo
admitan». Sin duda, lo que realmente se quiere establecer es que en
aquellos contextos donde es más apropiado el uso de los nombres (o se
ha considerado conveniente) debe evitarse dejar el nombre en singular,
como si se tratase del símbolo. Debería añadir, por claridad, que lo
opuesto también es cierto: en contextos donde es más apropiado el
símbolo, como en obras científico-técnicas, debe evitarse usar el
nombre en plural en lugar del símbolo.
Por cierto, se sigue dando la alternativa incorrecta de «molécula gramo» para el mol. Véase El mol: definición en varios diccionarios.
590. Debe haber un espacio entre una cifra y el signo de porcentaje
que le siga.
De nuevo chapó las Academias: un anglicismo menos en la
Ortografía y una muestra de lo que se ha hecho bien en la adaptación a
las recomendaciones internacionales (y que, en este caso, se
corresponde además con la tradición tipográfica española).
590. Se habla de la posibilidad de usar el círculo volado, sin más,
como símbolo de grado de temperatura.
En realidad, el círculo
volado, como correctamente se establece en el apéndice, es el grado de
ángulo sexagesimal. No debería usarse, según el SI, en grados de
temperatura. Aunque tal vez se pueda considerar admisible en contextos
no técnicos, debería haberse aclarado este punto. El nombre de «grado
Celsius» aparece, correctamente, así, incluso en el apéndice;
confiemos en el que Diccionario también acabe corrigiendo la
preferencia por el nombre incorrecto de «grado centesimal».
591. Un símbolo no puede combinar un símbolo alfabético con otro que
no lo es.
Eso parece desprenderse de una advertencia, pero no es
correcto: baste el contraejemplo de μF (microfaradio) para
demostrarlo.
591. Insiste en que ÷ es el símbolo de la división.
Como en obras
anteriores, parece que las Academias tienen especial interés, quién
sabe por qué, en fomentar este símbolo, propio de la aritmética
comercial anglosajona y completamente ajeno a la tradición hispana y a
las normas internacionales. Recomiendo encarecidamente que no se use
nunca y se dé prioridad al correcto, que es la barra (/). Más detalles
en El símbolo de división.
591. En textos científicos, deben escribirse en redonda las cifras y
los símbolos de unidades, incluso cuando el texto está en cursiva.
Una buena observación, basada en las recomendaciones del ISQ y que
ningún editor científico debería pasar por alto.
Por cierto, hay dos erratas: donde dice «sen (2_α_)» debe decir «sen(2_α_)» (sin espacio), y donde díce «Hállase» debe decir «Hállese».
663. No se deben separar las cifras de números menores de 10 000.
Esta norma, que ya se podía encontrar en obras como el DPD, puede
obedecer a una incorrecta interpretación de lo establecido en el SI,
en el que, en efecto, se hace una salvedad en números de cuatro
cifras. Sin embargo, lo que realmente se establece es que, en caso de
que se opte por separar las cifras en grupos de tres, se puede hacer
una excepción y no separar los números de cuatro cifras (es decir, se
puede, no se debe).
Los ejemplos del Sistema Internacional de Magnitudes (ISQ) no dejan lugar a dudas de su validez, y yo añadiría incluso que es lo adecuado, tal como se practica hoy en Francia y se recomienda en el propio ISQ; esta norma, por cierto, aclara que la omisión o la inclusión del separador ha de hacerse de modo simétrico si hay decimales: 1 234,567 8.
Es decir, son igualmente válidos los siguientes esquemas:
100, 1000, 10000, 1000000
100, 1 000, 10 000, 1 000 000
100, 1000, 10 000, 1 000 000
Por otra parte, sigue considerando incorrecto el punto y la coma como separadores de miles, como ha venido haciendo desde hace tiempo. Costará que cale la norma, pero las Academias hacen bien en mantenerses firmes.
666. «Con el fin de promover un proceso tendente hacia la
unificación, se recomienda el uso del punto como signo separador de
los decimales».
Realmente, esta Ortografía es valiente en hacer una
propuesta de este calado, sabiendo que levantará ampollas en España,
en especial entre los sectores más conservadores de la
ortotipografía. Pero para bien o para mal, la gran mayoría de los
hispanohablantes usan el punto, y creo sinceramente que la batalla en
favor de la coma (que es un francogermanismo, como el punto pueda ser
un anglicismo) está perdida, suponiendo que tal batalla realmente
exista. Para más detalles sobre este asunto, véase La marca
decimal, donde también se recuerda que ambas
opciones son válidas según el SI y la ISO.
Probablemente las Academias no sean conscientes de que esta opción tiene implicaciones en otras notaciones; en particular, con ello debe dejar de usarse el punto centrado para el producto, para dar preferencia al aspa, lo que puede aumentar los riesgos de equívocos en las fórmulas (el aspa puede confundirse con la equis, aunque es verdad que solo en casos muy especiales).
[Los usuarios de LaTeX con spanish para babel lo tienen fácil, porque ya se introduce como punto desde hace tiempo, aunque luego el sistema lo convierta a coma o lo deje así, según se ajuste.]
690. Explica la diferencia entre la expresión de la hora del día y el
tiempo que dura algo.
En el DPD había algo de imprecisión al
respecto y a veces se mezclaban indebidamente estos dos conceptos;
así, por ejemplo, decía que para la hora del día se podían usar los
símbolos del SI, con el ejemplo «La bomba se lanzó a las 15 h 24 min 2
seg» (por 15:24:02). La Ortografía corrige este error, y explica,
aunque de modo algo farragoso, las diferencias.
Este apartado acaba con una observación algo confusa, al recomendar que en escritos técnicos las duraciones no se expresen con fracciones decimales, que se considera propias del uso común, sino con sexagesimales. Es más bien justo al contrario: lo normal en el uso común son las divisiones sexagesimales, heredadas de una costumbre milenaria, mientras que en contextos técnicos son preferibles las fracciones decimales.
692. Aclara que el orden de año, mes y día establecido en la ISO se
aplica solo a las fechas dadas integramente en cifras.
Otro error
del DPD corregido en la Ortografía, pues en la primera obra se daba el
ejemplo «1992 diciembre 31», como si la norma ISO se aplicara a la
fechas escritas en la lengua natural, cuando no es así.
696. Sigue considerando inadecuado el uso de números negativos para
fechas anteriores a la era cristiana.
Sin embargo, lo acepta la
norma ISO 8601 y ha sido habitual en obras de referencia. Además, es
muy conveniente en ciertos contextos, donde resuelve algunos problemas
ortotipográficos. Úsese este signo negativo con toda tranquilidad por
más que a las Academias les parezca inadecuado. (Por cierto, que la
Ortografía repite una errata del DPD: el signo que se usa en el
ejemplo es un guion, no un menos. ¿Tal vez por las prisas simplemente
han copipegado?)
Mi impresión es que la comisión que estaba preparando la Ortografía estaba haciendo un excelente trabajo… hasta que las Academias (y probablemente la editorial) lo han torcido con unas prisas repentinas.
Por lo que se ha podido saber por la prensa, la intervención de los académicos tampoco parece afortunada, porque han echado por tierra novedades interesantes y, en algunos casos, esenciales; en particular, mantener el galicismo de trasladar el plural de las siglas a los determinantes que le puedan acompañar es un atentado a la naturaleza del español y, sobre todo, a la precisión de la comunicación escrita.
© 2000-2023 Javier Bezos • www.texnia.com • jbezos.github.io